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Otras Navidades

A Santa Claus figurine hangs from a tree ahead of Christmas in a Christian slum in Islamabad December 24, 2014. REUTERS/Zohra Bensemra (PAKISTAN - Tags: SOCIETY RELIGION)

Como la foto, éste no va a ser un post bonito, que deje buen sabor de boca. Por si alguno o alguna ha comenzado a leerlo pensando lo contrario.

Tomo el nombre de la exposición que se está mostrando en la Iglesia de La Compañía en la ciudad de Valencia estos días y que al ver alguna nota de prensa que la anunciaba hizo que se me removiera todo.

Cuando tienes un hijo de alguna manera redescubres la Navidad. Con más fuerza te llega la ingente publicidad de juguetes, colonias, comidas gourmet y cajitas de experiencias de fin de semana. También eres más sensible a las campañas que pretenden concienciar, que pretende recordar (aunque sea por un momento) a toda esa gente que no va a vivir una Feliz Navidad. Y por último, te fijas más en la oferta de comidas, meriendas y cenas que convocan a viejos amigos, a familias, a compañeros de clase de anteriores etapas.

Y me pregunto: ¿cómo puedo gastarme dinero en regalos innecesarios o en comidas excesivas sabiendo que ese dinero lo necesitan tantos millones de personas para ir a la escuela, para comer, para tratar enfermedades, para beber agua potable, para proponer alternativas a niños y jóvenes que son peones de pandillas, grupos organizados y mafias, para combatir la marginalidad, la trata de personas…?

Conozco a muchas de esas personas que disfrutarían de manera indirecta este dinero que ahorraría de mi consumista Navidad y pondría a disposición de las Otras Navidades. Sé de muchas instituciones sociales de total confianza que gestionarían perfectamente este dinero.

Y entonces… ¿qué me frena? ¿La sociedad? Quizás haya una parte que yo no puedo cambiar. Pero no puedo echarle a ella la culpa de todo. La sociedad también soy yo. Empieza por mí. Lo que le regale a mi familia, lo que celebre y cómo lo celebre, lo que gaste, el tiempo que dedique a los demás… Eso no depende de nadie más que de mí.

Se me queda grande, sin duda. Ni mi cabeza ni mi corazón están preparados para que convivan en la misma Navidad el empacho de langostinos y la valla acuchillada de Melilla, las luces navideñas y la pobreza energética, las existencias acabadas de los Iphone 7 y las muertes en el Mediterráneo de aquellos que huyen en una guerra donde muchos dicen pero nadie hace nada.

No sé por dónde empezar, dicen que a problemas macros han de ponerse soluciones pequeñas, locales, que no dependan de otras personas.

Quizás empiece por ser consciente, por agradecer, por revisarme, por acercarme a este Misterio a la interperie, por proponerme adelgazar mi presupuesto y mi agenda  para poder compartir mi dinero y mi tiempo con los protagonistas de las Otras Navidades.

Digo quizás porque ya me conozco e igual que me propongo eso, me dejo llevar y acabo empachado de solomillo y foie. Y mientras repito roscón, toqueteo el último gadget de Apple y clamo en voz alta: «¡Qué mal están la cosas! ¡Qué pena! ¡Qué injusticia! ¡Pobre gente! ¡Hagamos algo ya!»

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No lo digo yo, lo dice el Papa

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Tomemos en serio nuestro ser cristianos y comprometámonos a vivir como creyentes, porque solo así el Evangelio puede tocar el corazón de las personas.»

(Papa Francisco en la Plaza de San Pedro al celebrar la primera audiencia jubilar del Año Santo)

10 cosas que (quizás) no sabías sobre la Cuaresma

Ya que has hecho click sobre este título y estás aquí con nosotros, no te voy a engañar más: no te voy a contar 10 cosas sobre la Cuaresma. Mar y yo nos reímos mucho de la cantidad de artículos de los periódicos digitales que se titulan con fórmulas como «10 cosas que deberías saber sobre…», «5 motivos por los que tendrías que…» o «7 cosas que (quizás) no sabías sobre…» Al parecer son títulos que pican la curiosidad de muchos lectores. No sé si la palabra Cuaresma los espantará pero bueno, hecha la broma, comparto lo que me suscita este tiempo tan bonito.

YEAR_0            Fotografía «Señal», de John Stanmayer, ganador del World Press Photo 2014

Buscando cobertura, así me encuentro esta noche de Miércoles de Ceniza.

Ha cambiado mucho el significado de la Cuaresma para mí. De pequeño y adolescente, se basaba en no comer carne los viernes. Con los años he ido descubriendo el precioso camino que este tiempo litúrgico te invita a recorrer.

Creo que la Cuaresma es de esas cosas que los cristianos no sabemos comunicar bien a los demás. No logramos transmitir lo diferente y especial que tienen estos días.

No te voy a contar 10 motivos, pero si 4 por los que la Cuaresma me inspira, me ilusiona, me alegra, me llena.

El primero es que la Cuaresma nos invita a pararnos. Jesús se fue al desierto. Yo este año no me voy a ninguna parte pero me alegra que Dios me llame a la pausa, a desconectar del ruido y de las prisas para conectarme con lo importante. Dar un pasito hacia atrás para coger perspectiva. Ir despacio. Contemplar. Hacer silencio.

El segundo es que nos anima a ser generosos. A partirnos como el pan, a derramarnos como el vino. No es dar, es compartir. Tiempo, dinero, cosas, momentos, alegrías, penas, Vida… Parece que este tiempo nos recuerda que no es cosa de «yo», sino de «nosotros». Entre dar y darnos hay una diferencia enorme, total, absoluta.

El tercero es convertir el ayuno en desprendernos. Una vez leí a Dani Izuzquiza Sj una frase que me dió mucha luz y que decía algo así como «al dejar de desayunar un día por semana, al sentir hambre, recuerdo y entro en comunión con las millones de personas que pasan hambre todos los días de su vida.»  Ya sea prescindiendo de alguna comida o de algún otro bien necesario (creo que el ayuno nos invita a desprendernos de cosas no superfluas sino necesarias, o al menos importantes para nosotros. Como decía Teresa de Calculta: «que nos duela») lo bonito de este gesto es que entramos en comunión con muchos hermanos y hermanas de la Casa Común que, sin que lo hayan elegido o merecido, carecen de eso a lo que renunciamos nosotros libremente. Y ahí siento que hay solidaridad, empatía, compasión, movimiento…

Y el cuarto y más importante, la Cuaresma es tiempo para cuidar nuestra relación con Dios. Es la Fuente de nuestra vida y aunque habita en nosotros, lo olvidamos con frecuencia. Habrá que dedicar un tiempo al Padre, sentirnos hijos amados como Juan. Perdonados y acogidos como hijos pródigos que somos. Sentirnos acompañados como se pudo sentir Jesús al tener al cireneo cerca mientras cargaba la cruz. Aliviados recordando la inspiradora frase: «Venid a Mí todos los que estéis cansados y agobiados».

Buscando cobertura, recorriendo un camino de 40 días que nos prepara, intentando ahondar, experimentando el Amor de Dios en forma de oración, renuncia y solidaridad.

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