Un bebé refugiado. Protagonista de la foto premiada del World Press Photo 2015.
No dejo de ver a mi hijo Mateo en él. No paro de imaginar ser yo ese hombre que con mirada perdida entrega en manos de otro la vida de su indefenso bebé.
Empatizo. Se me pone la piel de gallina de sólo imaginarlo.
¿Y qué hizo ese bebé que no hizo Mateo para estar allí?
¿Y qué culpa tienen el padre?
¿Qué ha pasado para que esté al otro lado de la valla?
¿Es una cuestión de azar todo esto?
¿Y a mí porque me tocó vivir una vida con tantas facilidades? ¿Y a Mateo?
¿Me lo merezco?
¿Se lo merecen ellos?
Y si no se lo merecen, si esto es injusto, ¿tenemos derecho a hacer de Europa un búnker donde está prohibido el paso?
Y si no tenemos derecho, ¿por qué lo hacemos? ¿Por qué lo permitimos?
Salimos a la calle por muchas razones, nos dejamos la voz por muchos motivos, hacemos fuerza cuando lo creemos conveniente… ¿Y todas estas personas no lo merecen?
¿Es por miedo?
Miedo a actuar, a perder nuestras comodidades, miedo a lo desconocido. Pero, ¿miedo a dialogar? ¿A proponer? ¿A qué lleguemos a un acuerdo para poner de nuestra parte para evitar esta injusticia?
Y yo, dejando de apuntar a los demás, ¿cuáles son mis miedos? ¿Mis búnkers? ¿Qué fronteras levanto cada día en mi cotidianidad? ¿Cuándo miro al otro lado? ¿Por qué se me congela el corazón tan rápido? ¿Por qué me duele pero luego nunca no hago nada?
Que gracias tenemos que dar a Dios!
Elvira Arias.
Enviado desde mi iPhone