Una sola pregunta que al incorporarla en nuestro día a día puede cambiarnos la vida: ¿En qué te puedo ayudar?
Y no digo cambiar el mundo, ni cambiar la vida de los demás… no, no, digo cambiar nuestra vida. No es una varita mágica ni la fórmula del cambio, no sueño con la justicia ni con el fin de la pobreza… sólo hablo de nuestro interior, de nuestro corazón, de nuestra capacidad de dar y de servir.
En el Evangelio del lunes, pudimos contemplar a un ciego esperanzado y humilde que creía en ese joven que pasaba en ese momento por su pueblo Jericó y que la gente decía de él que era el Mesías, el Salvador. Aquel hombre creyó que Jesús le sanaría. Pero para que todo esto ocurriera, ¿qué tuvo que pasar? «Jesús se detuvo y pidió que se acercara, cuando lo tuvo a su lado le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti?«
¿Y qué pasaría si cuando vemos a esa persona que pide en en la puerta del supermercado donde compramos, le decimos: Me llamo Álvaro, ¿y tú? Oye, ¿te puedo ayudar en algo, te compro algo??
¿Si cuando vemos a alguien en apuros en los tornos del Metro, recordamos a Jesús diciéndole: ¿Quieres que te ayude en algo??
¿Si cuando nos cruzamos con la vecina cargada de bolsas, le proponemos: ¿Te ayudo? No me importa ayudarte a subírtelas a tu casa.
¿Si cuando vemos a un sin techo pidiendo limosna, nos paramos, le miramos a los ojos y amablemente le decimos: Hola, ¿te puedo ayudar en algo? No te puedo dar dinero pero si quieres, puedo comprarte algo de comer o traerte algo de abrigo…
Pasaría que saldríamos del «yoismo» que nos gobierna, pasaría que levantaríamos la cabeza y dejaríamos de ver nuestros zapatos, pasaría que conseguiríamos tratarnos de una manera más humana, más fraterna, pasaría que demostraríamos que da igual de dónde somos, que lo que importa es que somos personas, todos iguales pero con distinta suerte, pasaría que dejaríamos de pensar que lo nuestro es nuestro porque nos lo merecemos y que «el que venga detrás que espabile», pasaría que haríamos una declaración de amor al otro independientemente de quién es, pasaría también que nos empezaríamos a llamar por el nombre y no por lo que hacemos o por lo que tenemos, pasaría que dejaríamos de calificarnos y clasificarnos como inmigrantes, emigrantes, legales, ilegales… PERSONAS, SOMOS PERSONAS.
Preguntarnos ¿En qué te puede ayudar? no forma parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, no es nada sofisticado, no nos piden título ni idiomas. Yo diría que es mucho más que eso, es cambiar el chip, es creernos de verdad que todos somos iguales, que todos somos hermanos, que tenemos una responsabilidad con todo el que vive en este mundo. Aportar esta dimensión fraterna del Evangelio en nuestro día a día completará nuestra existencia, nos hará más felices.
¿Lo intentamos?
Me ha gustado mucho el comentario, si de verdad queremos seguir a Jesus tenemos que estar atentos a todos los que tenemos a nuestro lado y que lo están pasando mal y preguntarles, ¿Quieres que te ayude ?,no pasar de largo porque tengo cosas que hacer y no quiero complicarme.