El interpelante pasaje del Evangelio del joven rico me provoca esta triple tensión entre lo que deseo-lo que puedo- y lo que acabo haciendo.
Vivo una época de especial cuestionamiento. Intento poner a Dios en mi vida y que sea Jesús mi verdadero modelo. No lo acabo de conseguir y aunque a veces creo que si que lo deseo, vuelvo a tropezar con las piedras de siempre, o incluso con nuevas que de repente aparecen en el camino. Y vuelvo al sitio inicial, al “quiero pero la corriente me lleva en dirección contraria”, al “me encantaría pero”, al “quizás me esté radicalizando demasiado”, al “todo esto lo cumplo» del Evangelio.
¿Qué es lo que creo que me dice Jesús cuando le pregunto qué tengo que hacer para seguirle?¿Cómo creo que tengo que vivir el Evangelio en mi vida?
- Saliendo, al menos un poco, de mi zona de confort. Lo enlazo con el joven rico porque interpreto que él traza una línea entre lo que hace dentro de su zona de confort y lo de fuera. Y es Jesús el que acaba con esa línea diciéndole ese: “Si quieres ser perfecto, dale todo lo que tienes a los pobre y vente conmigo”. Y es cuando el joven entra el colapso. Y le entiendo perfectamente porque a mí me pasa todas las semanas. Siento que Jesús, como en el Evangelio, me pide más. Todo esto me lleva a pensar que he de salir de mis comodidades para dar más, he de romper esa vida organizada con todos sus elementos en su sitio y en su justa medida para derramar a Dios en ella, para, como dice el Papa Francisco, “oler a oveja”, para dar de mí compartiendo vida y no dando parte de ella.
- Viviendo de una manera sencilla, con el foco puesto no sólo en lo mío y en los míos sino en los favoritos de Dios, intentando tener un ritmo de vida y de consumo que sea coherente con el Evangelio que vivo. Hay una frase que desde la leí me persigue: «Vivamos sencillamente para que otros puedan sencillamente vivir«. Es complejo de entender y mucho más de solucionar pero tampoco creo que sea bueno esquivarlo: en este mundo hay comida para todos, lo que ocurre es que sólo ponemos la mesa para unos pocos (el 20% aproximadamente de la población mundial), dando las sobras a unos cuantos y echando de la mesa a la gran mayoría. Y no es sólo eso, sino que mientras tomamos el café que pone punto y final a nuestro banquete, esos que no invitamos a la mesa nos friegan los platos y nos recogen la mesa por muy poquito.
- Celebrando la vida. De nada servirá el resto de lo que haga, si no vivo celebrando. Dios quiere que seamos felices, lo más que podamos. Celebrar la vida estudiando, trabajando, en lo cotidiano y en lo extraordinario, paseando, conociendo un sitio nuevo, comiendo en familia, leyendo un libro, emprendiendo nuevos proyectos, disfrutando de buenos ratos con los nuestros… La vida es un regalo y hay que vivirla como tal. Eso nunca se nos puede olvidar. Sin esta celebración diaria, creo que mi vida como cristiano no será completa.
Me voy a estrenar como comentarista, que hoy me ha gustado mucho la entrada!
Qué bien expresado lo de «la zona de confort»… muchas referencias a eso en la exhortación apostólica de Francisco, «la Alegría del Evangelio».
Y sobre vivir de una manera sencilla… yo añado que lo que me inquieta es: ¿qué hago con lo que me sobra al llevar una vida sencilla? De poco me sirve la austeridad si me lleva a ahorrar y acumular más y más, y todo para mí (para el futuro, para mis hijos… para construir un granero bien grande para que nunca «me falte de ná»). ¿Y si nos atreviéramos a dar más, a vivir un poco más al día? Ahí volvemos a la casilla de salida al “me encantaría pero”, al “quizás me esté radicalizando demasiado”… al «todo esto lo cumplo».
Abrazos!
Rafa